Querida vida: Cuando digo que nada puede ir peor es solo una pregunta, no un desafío. Tienes una gran habilidad para complicarme la existencia, reconócelo. De todas formas, te lo agradezco, tu dureza me ha enseñado a no rendirme. Gracias a ti he podido demostrarme lo fuerte que soy. Nunca hubiese aprendido tanto como en la adversidad. Cuanto más me dolía, cuanto más miedo sentía, cuanto más débil creía ser, más fuerte me hacía… Porque ser fuerte era mi única opción.
Parece que hay momentos en los que todo se da la vuelta y se rebela en tu contra. Eso te rompe y hay algo que grita de impotencia en tu interior. Parece que ser fuerte no es una posibilidad. Todo se derrumba. Desde luego, es complicado recomponerse cuando es el mundo el que te ha fallado, cuando te sientes solo o cuando crees que nada puede ir peor.
Entonces empiezas a acunarte en tu poder de aceptación y de cambio. Tu bienestar está dentro de ti y solo dependes de un amor que no ofrece resistencia, el amor propio. Sabes que no tiene sentido seguir presionándote y que la vida merece la pena con sus más y con sus menos.
Y, finalmente, te honras. Porque sabes que la superación es la llave de tu éxito, que el poder de la impotencia no te ha doblegado y que si tu mente ha resistido esto, podrás con todo lo que se te ponga por delante. Puedes ser fuerte. Eres más fuerte de lo que piensas.
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