Mamá, cómo quisiera tener una escalera para llegar al cielo y abrazarte y decirte lo mucho que te quiero y te extraño y darte miles de besos.
Ojalá pudiera decirte de nuevo todo lo que te quiero. Ojalá pudiera demostrarte lo que te necesito, lo que me importas y lo que me aportas.
Si pudiera volver a verte aunque solo fuese un segundo no te soltaría. Te abrazaría tan fuerte que sería difícil distinguirnos. Seríamos dos almas fusionadas, dos amores, dos anhelos, dos fugaces eternidades.
Quiero pensar que en algún lugar, no sé ni dónde ni cuándo, volveré a verte. Me encantaría tener la certeza de que vives en otro mundo junto, feliz y con plena dicha. Daría lo que fuese por saber que puedes verme y escucharme.
Me gusta revivirte en mi mente, verte en el cielo e imaginar que me sonríes cada noche. Muchas veces imagino que me guiñas un ojo y que me haces cómplice de tus miradas, como hacías cuando estabas aquí.
Sé que no volverás, pero necesito sentir de cerca tu presencia. Prefiero pensar que algo de ti me roza cada día y que mi piel lo sabe y por eso se estremece.
Suelo pensar que cada persona que se fue es una estrella en el cielo que nunca se apagará y que cada noche podré mirar. Es una manera más de decirme a mí misma que todos esos recuerdos logran iluminar el mundo cada noche.
Cada día de mi vida daría lo que fuese por volverte a ver y contarte todo lo que me hace feliz y todo lo que me aflige. Por eso tengo que seguir hacia adelante, reinventar los abrazos y convertir mis anhelos en recuerdos que me ayuden a sentirte cada día. Un beso hasta el cielo Mamá.
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